Lo que sabemos es que una neurona crea una corriente eléctrica que es transmitida localmente para enviar hasta un axón un impulso de neurotransmisores, que son enviados a otra neurona.
La siguiente neurona, a su vez, recibe la señal de neurotransmisores y la convierte (o la ignora) en un impulso eléctrico que viaja dentro de sí misma. El proceso puede comenzar de nuevo o puede terminar. Y todo esto sucede en muy pocas milésimas de segundo.
A todo esto ¿qué son los neurotransmisores?
¿Entonces qué? ¿Eso es todo?
¡No! Sustancias como la cocaína, heroína o morfina actúan directamente sobre el cerebro. Como puedes ver en la imagen de la derecha, para los neurotransmisores existen receptores. Sin embargo las sustancias que nos causan adicciones pueden actuar imitando a alguna de estas sustancias, causando impacto directamente en el cerebro.
Podemos imaginar a los receptores como a un rompecabezas en donde faltan algunas piezas. Éstas piezas faltantes son precisamente las sustancias que detectan (epinefrina, adrenalina, etc), y cuando la reciben envían el impulso neurológico que se asocia a la sustancia: La adrenalina nos pone alerta, listos para la acción. La endorfina nos tranquiliza y nos hace sentir bien...
Lo que sucede entonces es que los receptores pueden aceptar otras moléculas, como la de la cocaína, como un neurotransmisor, pues volviendo a nuestra analogía, la cocaína es una pieza que encaja en muchos rompecabezas.
Esto produce un efecto relajante, emocionante y, obviamente, asociada a la sustancia consumida. Eso produce un estado de dependencia, como cuando nos enamoramos y necesitamos a la otra persona, pues nos hace liberar endorfina, lo que nos hace sentir placer.
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